La cita fue fijada y cada una de las células se activó para el encuentro hacia el combate, se sentía la convicción que el fin sólo podía ser: morir o triunfar.
Desde días antes, el tema de las conversaciones en las prácticas de tiro giraba en torno a alcanzar la discreción para no abortar un plan que aún no era conocido por nadie.
Las medidas: no conversar con desconocidos, no indagar por los otros compañeros del movimiento, no mencionar los nombres reales y adoptar los de combate, memorizar los datos sin dejar huellas en escritos.
Sabían de un viaje hacia un lugar, de un hecho de fuego a realizar, de alguna operación que le podría costar la vida por eso los sentimientos para con la familia debían ser férreos, -sin margen de ambigüedad-, ante la decisión de tomar las armas.
Se vivía en una sociedad sin futuro donde el gobierno fue impuesto por un golpe de estado y la corrupción en todas las esferas de poder controlaba el país y dejaba excluido, de garantías sociales, al pueblo.
La noche del 24 de julio de 1953 pudo ser cualquier otra en Cuba, el sudor corría por el cuerpo y el caminar por la calle era la rutina de encontrar una brisa en alguna esquina.
El testimonio de Alejandro Ferrá Pellicer afirma que fueron cinco los compañeros reunidos en el portal de Infanta No. 105, en el opulento edificio de la emisora de Radio Progreso.
Al llegar se saludaron con un gesto, la conversación rondó hacia un tema sin importancia para no levantar sospechas ante la proximidad del auto alquilado.
Cinco héroes: Héctor de Armas, Humberto Valdés Casaña, Isidro Peñalver, Ramón Pez Ferro y el testimoniante partirían hacia el oriente cubano conducidos por el chofer Fidel Castro. Otros grupos se trasladarían por tren y ómnibus.
No preguntaban datos, no hablaban de más, su líder les había advertido que de no triunfar el futuro sería en un ataúd, una cárcel o lastimados por la tortura y en el mejor de los casos, el exilio.
La convicción de un futuro diferente para sus semejantes los mantenía decididos a participar en una acción con desventajas en el armamento, el número de combatientes y en la experiencia militar.
El grupo efectuó una última reunión en la granjita Siboney, en la noche del 25 de julio, para describir el plan táctico en la toma de una fortaleza que contaba con una dotación bien armada.
El pacto se selló con el Himno Nacional y todos guardaban en sus pechos el canto del Poeta: “Ya estamos en Combate”.
Por defender la idea de todos los que han muerto.
Para arrojar a los malos del histórico Templo
Por el heroico gesto de Maceo,
Por la dulce memoria de Martí.
En nuestra sangre hierve el hado azaroso
De las generaciones que todo lo brindaron,
En nuestros brazos se alzan los sueños clamorosos
Que vibran en el alma superior del cubano
Ya estamos en combate......
En nombre de las madres y de los hijos de nuestra tierra heroica
En nombre del honor y del decoro que construyó su historia
Por la estrofa magnífica del himno
«Que morir por la patria es vivir»
La libertad anida entre los pechos de los que viven hombres
Y por verla en la estrella solitaria es un honor luchar
A la generación del centenario le caben los honores,
De construir la patria que soñara el Maestro Inmortal.
Ya estamos en combate...... ¡Adelante!
Adelante hasta el nido superior de la gloria
Para que nazca en esta nueva aurora
La república digna y decorosa
Que fue el último anhelo de Chibás.
No importa que en la lucha caigan más héroes dignos
Serán más culpa y fango para el fiero tirano
Cuando se ama a la patria como hermoso símbolo
Si no se tiene armas se pelea con las manos.
Ya estamos en combate...... ¡Adelante!
De nuestra lucha heroica depende la Cuba verdadera
La de furia loca de Gómez y Agramonte...
La de la lucha pura de Mella y de Guiteras...
Adelante, Cubanos… ¡Adelante!
Por nuestro honor de hombres ya estamos en combate
Pongamos en ridículo la actitud egoísta del Tirano
Luchemos hoy o nunca por una Cuba sin esclavos
Sintamos en lo hondo la sed enfebrecida de la Patria
Pongamos en la cima del Turquino la Estrella Solitaria.
Raúl Gómez García (Mártir del Moncada)
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