El pueblo estadounidense está cansado de las guerras de Irak y Afganistán. No solo por el número de soldados caídos sino por lo que significan para el bolsillo de todos.
Los 100.000 efectivos militares asentados en Afganistán le cuestan al fisco 10.000 millones de dólares al mes, una cifra nada despreciable que bien podría usarse para suplir tantas carencias y limitaciones a las que están enfrentados los ciudadanos fruto de la reciente crisis.
Sería oportuno recordar que estos conflictos hace rato superaron el billón y medio de dólares y a ello habría que adicionar millones para atender a los soldados heridos en combate.
Se calcula que mantener un soldado en territorio afgano le cuesta al erario un millón de dólares por año.
Las principales razones que explican este monto tienen que ver con la topografía de ese país, compuesta por grandes montañas, terrenos muy escarpados, la ausencia de puertos y una muy precaria infraestructura de carreteras.
El aumento de refuerzos militares ordenados por el ejecutivo en un número cercano a 30.000 a partir del 2010, ha disparado los costos operativos y de mantenimiento.
Atrás quedaron las promesas del presidente Obama de terminar la misión militar sacando a la mayoría de los efectivos antes de terminar su mandato y el anuncio de esta semana en directo a la nación de regresar 10.000 soldados a partir de julio.
Muerto Bin Laden y proclamando la derrota militar de Al Qaeda no existiría justificación para la permanencia en Afganistán.
Sin embargo, los altos mandos comenzando por el general Petreaus temen que los insurgentes talibanes en alianza con grupos al otro lado de la frontera con Pakistán retomen ciertas zonas y haya una reanudación de actividades terroristas.
Obama tiene ante sí una tríada muy difícil de descifrar.
Por un lado, los enormes intereses de la industria militar que se han beneficiado de las 2 guerras y los más de 70.000 contratistas cuya transparencia deja muchas dudas.
Por otra parte, el gobierno de Kabul que no resulta ser el mejor aliado por la rampante corrupción y la influencia del narcotráfico en las altas esferas políticas.
Y un tercer elemento de gran poder es la coincidencia partidista para ponerle fin a la participación norteamericana en Irak y Afganistán.
La discusión se traslada ahora al papel que deberán jugar los Estados Unidos con una visión geopolítica renovada.
Parece haber un consenso según el cual el país no puede continuar agotando recursos cada vez mas limitados y ser visto como una potencia invasora, mientras los chinos se dedican a invertir en investigación, desarrollo e infraestructura.
Las operaciones ejecutadas por la OTAN para buscar el derrocamiento del régimen libio muestran claramente a un país que le ha dejado el liderazgo a los europeos, evitando una intervención directa con fuerzas estadinenses.
El aporte del gobierno Obama aunque limitado, ha tenido un costo cercano a los mil millones de dólares representado en misiles y material de guerra.
Entretanto, a nivel interno los mayores costos de la guerra durante la última década se han traducido en mayor deuda y sacrificio, en un momento económico nada favorable para el ciudadano común.
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