viernes, 18 de marzo de 2011

Intoxicación y envenenamiento mediático, 1 de 4

Dax Toscano Segovia Los ataques perpetrados por la industria mediática al servicio del imperialismo estadounidense y europeo, así como de la burguesía y la oligarquía a nivel mundial forman parte de la estrategia político-militar de estas fuerzas con el objetivo de desestabilizar a los gobiernos progresistas y de izquierda en América Latina, así como criminalizar y estigmatizar a los movimientos revolucionarios, en armas o no, y a sus líderes y seguidores. Estos grupos de poder están conscientes de que en los últimos años se ha producido un declive, una pérdida relativa de su hegemonía política e ideológica, por lo cual han desarrollado y ejecutado un sinnúmero de planes para recuperar el espacio perdido y, de ésta manera, penetrar con más fuerza en la mente de las personas para así mantenerlas alienadas y enajenadas. Las técnicas utilizadas para llevar adelante los procesos de enajenación mental han sido elaboradas por expertos militares, con la asistencia de profesionales de diversas ramas como psicólogos, psiquiatras, sociólogos, especialistas en marketing, publicidad y propaganda, para así direccionar las ideas que las personas tienen sobre los hechos que se dan en cada una de sus naciones, así como a nivel mundial. Esto forma parte de lo que Francisco Sierra denomina como “guerra psicológica de baja intensidad”, en la cual se utilizan mecanismos para adoctrinar, manipular, engañar a las personas y, de esa manera, hacerlas ver como real algo que no es. A mediados de la década de 1980 el gobierno de Ronald Reagan elaboró el plan Santa Fe II, en el cual se establecía como uno de los pilares fundamentales en el combate contra los enemigos de los EE.UU. la lucha en el plano cultural, para lo cual se fijó el fortalecimiento de sus aparatos de penetración ideológica, entre ellos la radio la Voz de América, con el objetivo de transmitir sus mensajes e ideas en todo el planeta. Marx explicó como la ideología burguesa, entendida como falsa conciencia, tiene como propósito presentar a la realidad en forma invertida, deformada, para así impedir que los pueblos conozcan y tengan conciencia de lo que realmente sucede en el mundo. A lo largo de la historia de las sociedades donde han existido la propiedad privada, las clases sociales antagónicas y la explotación social, varios han sido los instrumentos de los que se han valido los detentadores del poder para pretender “domesticar” a los pueblos. La apropiación ilegítima de los conocimientos que antes eran de propiedad común de los colectivos, el surgimiento, desarrollo y fomento de las creencias religiosas, el establecimiento de las instituciones educativas, con la elaboración de programas de estudio afines a los intereses de los grupos de poder, fueron inicialmente los aparatos ideológicos que el Estado clasista utilizó, y sigue utilizando, para mantener su dominación ideológica y cultural. Posteriormente este papel en la construcción y consolidación de la hegemonía de la clase dominante lo llevarán adelante, con mayor poder de penetración en diversos rincones del mundo, los denominados medios de “comunicación” masiva. La burguesía, aparentemente con fines altruistas, propició durante el siglo XIX la alfabetización de la población. Pero sus objetivos eran muy distintos a los de favorecer el mejoramiento de la condición humana de las personas. Necesitaban obreros mayormente calificados para que manejen las máquinas y lleven adelante el proceso productivo. Pero además requerían que un mayor número de personas accedieran a la lectura de lo que en los diversos periódicos de la burguesía se publicaba, para de esa manera hacer que la gente asuma como propio el discurso de la clase explotadora. A finales del siglo XIX el naciente imperialismo norteamericano había comprendido ya la importancia de la prensa para lograr el control de la conciencia de las personas. William Randolph Hearts manipuló la información sobre los acontecimientos que se estaban dando en Cuba para así justificar la intervención yanqui en ese país, esgrimiendo como justificación de que el imperio español había afectado los intereses de EE.UU. A partir de ese entonces, hasta el triunfo de la revolución cubana en 1959, la isla fue convertida en una neocolonia estadounidense, en cierta forma también gracias a los servicios de este magnate de la prensa. Vicente Romano cita a Lord Nordcliffe, dueño de uno de los consorcios más poderosos de periódicos a inicios del siglo XX, quien decía: “Dios enseñó a los hombres la lectura para que yo puede decirles a quién deben amar, a quién deben odiar y lo que deben odiar”.(1) Esta frase no ha perdido sentido, ni vigencia para la industria mediática, que hoy ya no solamente direcciona los gustos e ideas de las personas a través de la lectura que hacen de los periódicos, sino también por medio de lo que escuchan en la radio o ven y oyen en la televisión y el cine.

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