Líder de la primavera chilena y flamante ícono popular, a sus 23 años Camila Vallejo, hermosa e inteligente, es un estimulante ejemplo de transformación social que impulsa el despertar colectivo hacia un nuevo paradigma, libre de las estructuras opresivas del sistema socioeconómico imperante.
El movimiento estudiantil de Chile ha congregado a cientos de miles de personas en ese país, ganándose también el apoyo de una juventud ávida de vivir una transformación social en distintos lugares de América Latina. A diferencia de lo sucedido en las llamadas “primaveras árabes”, lo que está sucediendo en Chile, hasta el momento, no tiene ningún indicio de haber sido cooptado y trastornado por la clase política en el poder y las élites financieras que en ocasiones ejercen su influencia desde el extranjero; por el contrario, mantiene una vibrante legitimidad y se despliega con un vigoroso potencial de orquestar un cambio sustancial, real y posiblemente capaz de estremecer las estructuras que históricamente reprimen el desarrollo de la juventud y de las clases sociales marginadas por el capitalismo.
La figura descollante que lidera este movimiento masivo es Camila Vallejo Dowling, una joven de 23 años, presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH) —la segunda mujer en toda la historia de esta universidad en ocupar esta dirigencia—, hija de padres comunistas (su padre es también actor) e insoslayablemente atractiva e inteligente. Camila se ha convertido en una celebridad, llevando, a veces por razones ajenas a la esencia del conflicto, esta protesta estudiantil más allá de las fronteras de Chile y en general aumentando su difusión mediática.

“Desde los días del Subcomandante Marcos de los Zapatistas no ha habido un líder rebelde que haya fascinado tanto a América Latina. Esta vez no hay pasamontañas, no hay pipa ni pistola, solo un anillo de plata en la nariz”, dice el diario británico The Guardian sobre Camila. Pero más allá de la estética de la rebeldía y su profundo encantamiento, lo que sostiene y propulsa a la figura de Camila Vallejo es la fuerza de su movimiento (que genera marchas multitudinarias de una magnitud que no se había visto por décadas en Chile) y la claridad de su discurso La directiz de la protesta estudiantil pacífica es la exigencia básica de eliminar la concepción usurera de la educación que, en la práctica, permea Chile, país donde los estudiantes muchas veces tienen que endeudarse para completar una educación que luego difícilmente les significará oportunidades de trabajo para poder pagar dichas deudas —en una versión moderna y sofisticada de esclavitud. Esta petición de educación superior gratuita va más allá de la mera retórica política y representa una amenaza para el sistema hegemónico porque significa en el fondo un empoderamiento de la juventud alejada de la élite a la que históricamente han mermado no solo económica sino también intelectualmente. Una juventud que de alzarse no tendrá contemplaciones en dar al traste el viejo sistema —y a sus sacerdotes— de manera radical. La misma Camila de algunas claves:
“Siempre es la juventud la que se mueve primero… no tenemos compromisos familiares, esto nos permite ser más libres. Tomamos el primer paso, pero ya no estamos solos, las viejas generaciones se han unido a la lucha”.
Más allá de la “utopía” de la educación gratuita:
“Nosotros creemos que es posible, a través de una reforma tributaria, de la recaudación de impuestos, especialmente a las grandes empresas, sobre todo a las mineras, que un 70% son privadas y que obtienen grandes ganancias de su operación en el país. Un solo dato: con las utilidades declaradas de una sola empresa minera, La Escondida, se podría financiar toda la educación del país: matrículas, profesores, investigación, etc.”.
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