domingo, 1 de mayo de 2011

Los Presidentes de las Guerras , 2 de 3, Jorge Gómez Barata

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EN BUSCA DE LA HEGEMONIA. RUMBO A EUROPA

La primera guerra mundial fue también la primera de verdad para los Estados Unidos que intervino con una fuerza integrada por cerca de 200 000 soldados, bajo el mando del más famoso general de la época, John Joseph Pershing, que hizo méritos luchando contra los indios, en Cuba y en México, persiguiendo a Pancho Villa.

Al margen de la anécdota del asesinato del archiduque Francisco Fernando, en Sarajevo el 28 de junio de 1914, las causas más profundas del conflicto estuvieron motivadas por insalvables contradicciones entre las potencias imperiales europeas enfrentadas por un nuevo reparto del mundo, la lucha por los mercados, las fuentes de materias primas y la carrera armamentística. Territorios + chovinismo + mercados + materias primas + hegemonía son la génesis de una carnicería que ocasionaría más de 30 millones de bajas.

La guerra tuvo lugar en un siglo industrial por lo que aparecieron nuevas y más mortíferas armas: aviones, tanques, submarinos, torpedos, portaaviones, ametralladoras, granadas, morteros, minas, lanzallamas, gases asfixiantes, artillería de precisión, lo que supuso enormes gastos y demandas para la industria. La guerra no sólo se volvió más mortífera, sino también más cara y las victorias comenzaron a depender, además del arrojo de los combatientes y del talento de los estrategas, del desarrollo industrial y de la tecnología.

El conflicto militar arrastró a 32 naciones, sólo Estados Unidos permaneció al margen, aunque expectante. El pretexto vino con el desarrollo de la guerra submarina alemana que provocó el hundimiento de varios buques de pasajeros, entre ellos el Lusitania el 7 de mayo de 1915, desastre en el que murieron 1.198 civiles, entre ellos 128 norteamericanos. En respuesta al ultimátum de Wilson, Alemania anunció la guerra submarina total. La suerte estaba echada. El 3 de febrero, Washington retiro su embajador en Alemania y el 6 de abril le declaró la guerra. Los alemanes retrocedieron en todos los frentes.

La inclusión de Estados Unidos en la Guerra, coincidió con la retirada de Rusia donde, en octubre del propio año triunfó la revolución bolchevique que proclamó un Estado Obrero y Campesino al que aquella guerra le era ajena por definición. El 3 de marzo de 1918, Rusia y Alemania firmaron el Tratado de Brest-Litovsk que puso fin a la participación rusa en la matanza.

En aquel conflicto debutó la aviación y entre las tropas en campaña, aparecieron las mujeres. Su presencia no embelleció la guerra, pero desde entonces dejaron de llamarlas: impedimenta

El empeño bélico norteamericano estuvo acompañado por un dinámico desempeño diplomático de Wilson, que condujo las negociaciones que sirvieron de base para el armisticio que puso fin a la guerra y posteriormente, al muy cuestionado tratado de Versalles. En aquel proceso Wilson concretó su proyecto para formar la Sociedad de Naciones y condujo el proceso que anuló la supremacía europea en la política mundial, posición que desde entonces ocupan los Estados Unidos.

FRENTE AL FASCISMO

Hitler se hizo jefe del gobierno con un agresivo discurso político revanchista, mezcla de chovinismo, fanatismo y demagogia, a lo que se añadían unas terribles dosis de antisemitismo, anticomunismo y fobia ante el pensamiento liberal, acogido con alarmante unanimidad por la sociedad alemana.

Ante el avance de Hitler y Mussolini, Europa equivocó el rumbo y adoptó la táctica del apaciguamiento. Ninguna lágrima se derramó por Etiopia invadida por Italia, no hubo protestas cuando Japón desmembró a China y creó el estado títere de Manchukuo y nadie movió un dedo para detener a Hitler en España. No se reaccionó ante la anexión de Austria y muchos respiraron tranquilos cuando, mediante el Pacto de Munich, Checoslovaquia fue despedazada, incluso la Unión Soviética creyó poder ganar tiempo comprometiendo su seguridad y su prestigio con el Pacto Molotov-Ribentrof.

Aquellos polvos trajeron otros lodos. El primero de septiembre de 1939, Alemania invadió a Polonia que capituló tres semanas después. El día 3 Francia e Inglaterra declararon la guerra a Alemania. La Segunda Guerra Mundial había comenzado.

En marzo de 1941, cuando toda Europa, parte de África del Norte, los Balcanes, importantes regiones de Asia, gemían bajo la bota nazi, Estados Unidos aprobó la Ley de Préstamos y Arriendos que autorizó al presidente a prestar ayuda a los países que combatían contra el fascismo. El 14 de agosto del propio año, sin todavía haber disparado un tiro, Roosevelt, tomó el mando en la conducción del conflicto cuando, junto con Churchill, suscribió la Carta del Atlántico que estableció la estrategia aliada en la lucha anti fascista e incluso fijó pautas para el ordenamiento internacional después de la guerra.

En la mañana del 7 de diciembre de 1941, Japón bombardeó la base norteamericana de Pearl Harbour, ocasionando a Estados Unidos sus primeras 3.000 bajas en la II Guerra mundial. Al otro día, Roosevelt, declaró la guerra al Japón e inmediatamente Alemania e Italia hicieron lo mismo respecto a Estados Unidos.

Tal como había sido acordado, una vez rendida Alemania, la coalición internacional emprendió la batalla decisiva contra el Japón, que ya no pudo ser conducida por Roosevelt que falleció el 12 de abril de 1945. Carece de sentido especular acerca de cómo hubiera conducido Roosevelt el final de la guerra, aunque es dudoso que hubiera comprometido el crédito norteamericano y su enorme prestigio como estadista, demócrata y estratega, con un acto tan brutal e innecesario como fue el bombardeo atómico contra Hiroshima y Nagasaki. Su desempeño fue premiado por sus compatriotas que lo reeligieron en tres ocasiones, único caso en la historia de los Estados Unidos.

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