El método estadounidense para enseñar valores familiares a las familias de los dirigentes extranjeros
¡Malditos bastardos asesinos!
Malcom Lagauche
Acabo de leer la noticia de que un hijo de Gadafi y tres de sus nietos han muerto asesinados en un ataque de misiles de la OTAN. Observen que el texto dice “OTAN”, así pues, no puede culparse a ningún país, sin embargo, no iría muy descaminado si pensara que se trataba de una pieza del hardware estadounidense
Eso supone otro galardón para EEUU y sus socios de genocidio en virtud del cual pueden añadir unos cuantos nombres más a los familiares de adversarios asesinados a lo largo de las últimas tres décadas. La mejor calificación que se me ocurre darles por tales actos es la de “malditos degenerados”.
Veamos la hoja de servicios. En 1986, las bombas estadounidenses mataron a una hija de Gadafi de ocho años. La razón de bombardear Libia fue una bomba que estalló en una discoteca de Berlín en la que murieron dos soldados estadounidenses. Reagan culpó a Libia y desencadenó un ataque aéreo contra el país, a pesar de que la inteligencia alemana dijo a Reagan que Libia no tenía nada que ver en el atentado. Las autoridades alemanas ya habían arrestado a los autores, que ni eran libios ni tenían conexión alguna con Libia.
En el intenso bombardeo de cuatro días sobre Iraq ordenado por Bill Clinton en 1998, la casa de la hija de Sadam Husein resultó destruida. Afortunadamente no estaba allí y pudo salvarse. Poco después, se atacó a la familia del “club del enemigo del mes”, Slobodan Milosevic. Al igual que la hija de Sadam, habían salido de la casa minutos antes de que acabara arrasada.
EEUU se sintió muy disgustado por los dos fallos, por eso tenía que recuperar el terreno perdido. En 2003, asesinaron a los dos hijos de Sadam Husein, Uday y Qusay, junto con un nieto de catorce años. EEUU no les dio oportunidad alguna mientras 600 soldados rodeaban la casa donde se encontraban obsequiándoles con una andanada de varias horas de duración a base de bombas, misiles, cohetes y balas que la dejaron machacada. Todos vimos cómo EEUU mostraba los cadáveres acribillados a balazos de Uday y Qusay como si fueran trofeos de caza. Pero no enseñaron el cadáver del nieto. Eso hubiera sido de mal gusto.
En 1996, en la televisión somalí, un programa mostró un video en el que se veía el cuerpo de un militar estadounidense arrastrado por las calles tras una batalla acaecida en 1993. Bill Clinton estaba furioso. Se dirigió a las cámaras y dijo que sólo un pueblo bárbaro mostraría al mundo la foto del cadáver de un estadounidense y que esos actos eran despreciables. Era de mal gusto mostrar la foto del cuerpo sin vida de un soldado estadounidense arrastrado, pero en cambio la forma en la que se exhibieron los cadáveres de los hermanos Husein fue un acto festivo. El portavoz se burló en la morgue de Sadam, que aún estaba huido y dirigiendo una parte de la resistencia, diciendo: “Ya sabe Sadam dónde están sus cuerpos, puede venir a recogerlos cuando quiera”.
El último día de abril de 2011, cuatro familiares más del dirigente de un país han sido brutalmente asesinados. Si se leen los relatos publicados acerca de las declaraciones de varios portavoces de la OTAN, éstos no parecen mostrar ningún tipo de remordimiento y sostienen que solo atacaron mandos y objetivos militares. El hijo más pequeño de Gadafi vivía en una casa civil normal y no podía considerársele bajo circunstancia alguna un objetivo militar.
Hay tantos relatos de las matanzas premeditadas de civiles por parte de EEUU que sería inacabable enumerarlas. Pero hubo una que destaca de forma especial. El 14 de febrero de 1991, en el refugio antiaéreo de Amyryah, en Bagdad, murieron asesinadas más de 400 personas. Hasta la fecha, EEUU todavía no ha admitido su culpa. El elegante y magnífico portavoz estadounidense Colin Powell afirmó que estaba cien por cien seguro de que en el refugio había un mando militar y un centro de control.
A Obama se le eligió como hombre de paz. Dijo que iba a conseguir que EEUU saliera de Iraq y Afganistán. ¿Adivinan qué? Mintió. También está siendo el arquitecto de los bombardeos sobre Pakistán con aviones no tripulados: una operación que en 2010 mató a 978 civiles. Sus seguidores, incluidos esos traidores hijos de puta de los movimientos por la “paz” y “antibelicistas”, todavía tratan de disculparle. ¿Qué pensaría si su mujer y sus niñas se convirtieran en los objetivos del adversario? Ah, pero los estadounidenses son mejores y se merecen más que los pueblos de otras naciones. Incluso tenemos ahora un término cada vez más utilizado para describir esa valoración. Demócratas y republicanos están ahora utilizando, al alimón, el término “excepcionalidad estadounidense” para justificar sus brutales acciones.
¿Y qué si EEUU asesinó a Gadafi? ¿Dará entonces la nación de Libia la bienvenida a los “libertadores” para que entren y pongan a los decrépitos títeres llamados “rebeldes” en el poder y así ya puedan vivir todos felices para siempre? La historia reciente muestra que eso es precisamente lo contrario de lo que sucedería.
El 30 de diciembre de 2006, unos asesinos cobardemente encapuchados mataron a Sadam Hussein. Los expertos se pusieron a decir que Iraq era ya libre y que Camelot estaba justo a la vuelta de la esquina. Por diversas razones, muchos iraquíes no compartían esos puntos de vista. Durante los dos años siguientes, las más sangrientas batallas de la resistencia mantuvieron a Iraq en llamas y miles de soldados estadounidenses murieron y cientos de miles resultaron gravemente heridos y con enfermedades que les van a durar toda la vida, lisiados, ciegos o mentalmente inestables. ¿Por qué va a pensar nadie ahora que en Libia va a ser diferente?
Estoy furioso mientras escribo estas líneas y normalmente no suelo caer en el lenguaje barriobajero de algunos observadores políticos, en su mayoría de la derecha reaccionaria, pero no puedo evitar exponer mis emociones. La administración de EEUU, junto con la mayoría, sí, la mayoría de estadounidenses, son una panda de enfermos hijos de puta. Consideran que los “valores familiares” se aplican únicamente a los ciudadanos estadounidenses. En sus mentes, el resto del mundo puede irse al infierno.
Mientras que yo, junto a muchas otras personas que nos sentimos en conexión por todo el mundo, sentimos vacío y asco ante el asesinato de los hijos y nietos de dirigentes del mundo con misiles estadounidenses, el ciudadano medio estadounidense, probablemente sentado frente a una pantalla de televisión con una lata de cerveza colocada sobre su barriga de 112 centímetros de diámetro que utiliza como mesa, vestido con pantalones de poliéster y adornando su solapa con la bandera de EEUU (made in China), estará chillando: “Dios bendiga a EEUU”.
Pues yo les digo que se vayan al infierno, ellos y todos los imbéciles como ellos, incluido casi todo el gobierno estadounidense.
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